Carta renuncia de Antonio López de Santa Anna. 16 de septiembre de 1847.
El 16 de septiembre de 1847, con la capital del país en manos del ejército norteamericano, el general Antonio López de Santa Anna renunció a la presidencia de la República mediante una carta dirigida a los mexicanos desde la Villa de Guadalupe.
[…] La mencionada carta dirigida a la nación, reproducida íntegramente en la “Historia de Méjico” (1888) de Niceto de Zamacois, nos permite conocer parte de la versión de los hechos del hombre que tuvo en sus manos la principal responsabilidad de la defensa de la nación en esos críticos días. Aquí sus palabras:
El 16 de septiembre de 1847, con la capital del país en manos del ejército norteamericano, el general Antonio López de Santa Anna renunció a la presidencia de la República mediante una carta dirigida a los mexicanos desde la Villa de Guadalupe.
[…] La mencionada carta dirigida a la nación, reproducida íntegramente en la “Historia de Méjico” (1888) de Niceto de Zamacois, nos permite conocer parte de la versión de los hechos del hombre que tuvo en sus manos la principal responsabilidad de la defensa de la nación en esos críticos días. Aquí sus palabras:
“Con el pesar más profundo os anuncio que después de continuos y extraordinarios esfuerzos, y al cabo de quince horas de continuo combate, me vi obligado a abandonar la capital cuando nuestras filas se habían disminuido tan notablemente, para salvar a ese digno pueblo de los estragos de los proyectiles del enemigo que había penetrado a nuestras líneas más cercanas, regando el paso con sus cadáveres, y con los dignos mejicanos que defendían heroicamente, palmo a palmo, el honor y derechos de su patria. Testigos habéis sido de que creando recursos donde no los había, trabajando día y noche, preparé las defensas de la ciudad de México; de que formé y reuní un poderoso ejército, a fin de arrancar algún favor a la fortuna tan esquiva para nosotros. La insubordinación de un general trastornó todo mi plan de operaciones, como ya sabéis. [...]
Yo he buscado ansioso la muerte por todas partes, porque pérdida tan grande excitaba mi más justo despecho. En Chapultepec recibí una contusión, en Belén traspasaron mi vestido las balas enemigas, y a mi derredor desaparecieron los mejores soldados de la república. ¿Qué me puede restar en me- dio de duelo y angustia universal? La estéril satisfacción de la conciencia, la de haber sostenido personalmente el combate hasta el último extremo, la de haber vendido cara al enemigo su sorprendente victoria. Él me vio de frente en la Angostura, en Cerro Gordo, en Churubusco, en Chapultepec, en Belén, en San Cosme y en la ciudadela, y me encontrará, yo os lo juro do quiera que fuere útil y glorioso combatir. Debo también anunciaros que acabo de renunciar espontáneamente a la presidencia de la república. [...]
Cuando el poder se me confió en muy aflictivas circunstancias, lo acepté para combinar los elementos de resistencia que pudiera haber en el país; y al avanzar el enemigo sobre la capital, reasumí también el mando militar para oponer una acción fuerte y concentrar todos nuestros recursos para su defensa; mas las circunstancias han cambiado después de la ocupación de México, y la separación de mandos es ya conveniente para servir a los mismos objetos. Combatir al enemigo en la línea de comunicación con Veracruz des- de la capital, es una necesidad urgente, y para mí debí tomar esa responsabilidad, porque mi puesto es siempre el de mayor peligro. [...]
Las facciones no me disputarán ya el poder que gustoso abandono; si me disputaran el campo de batalla, allí me encontrarán sereno y firme".
Luis A. Salmerón, “Santa Anna renuncia a la presidencia de México”, Relatos e Historias de México, 61.
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